Tiempo que el tronco talla,
Viento que la hoja mece,
Sol que vida da,
Sombra que calma acoge,
Y el sol buscando está la sombra que le adormece.
En un pequeño claro de una finca de encinas a las afueras de un perdido pueblo de la dehesa extremeña se desarrolla este pabellón de invitados de reducidas dimensiones.
Igual que las vecinas encinas que con sus gruesos troncos y anchas ramas pobladas de ligeras hojas pintan la dehesa con generosas y frescas sombras, este pabellón con su gran plano horizontal le resguarda del implacable sol extremeño.
El terreno donde se ubica el pabellón tiene un ligero desnivel hacia el oeste.
Una plataforma horizontal se eleva sobre las gramas secas del verano.
Este plano horizontal más elevado permite en la orientación oeste desde el salón ver el horizonte de forma más nítida, casi desde las copas de los árboles y despertar con el sol desde los dormitorios.
Sobre este basamento se eleva una ligera cubierta metálica que se posa delicada y potente sobre cuatro grandes pilones de hormigón.
Estos pilones de hormigón alojan el programa húmedo del pabellón. Los aseos que se abren a pequeños e introvertidos patios de luz.
Y el sol buscando está la sombra que le adormece.
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